lunes, 31 de mayo de 2010

"LA FIRIFILA"

Anécdota del libro “¡EN GUARDIA!”.


LA “FIRIFILA”.



Era la “Firifila” una yegua indomable que había hecho arar por tierra a todos los oficiales jóvenes del Regimiento. Incluso tuvo la desfachatez de ser la responsable que un Alférez perdiera casi todos sus dientes cuando la Unidad estaba en campaña en Hualqui.

De regreso en el cuartel, después de la accidentada campaña, el Capitán Parodi, Comandante del Escuadrón de Ametralladoras a la que estaba asignada la yegua, decidió que era hora de poner a la “chúcara” en su sitio y llamó al Cabo Montoya, reconocido por sus habilidades y mañas como jinete, para instruirlo al respecto.

- Montoya – de dijo -, llévese a la “Firifila” al picadero y no salga de ahí hasta que la amanse.

- ¡A su orden, mí Capitán – respondió Montoya.

- ¡Ah! Y si no puede amansarla, ¡mátela! – le ordenó, naturalmente en sentido figurado, antes que Montoya saliera de su oficina.

- ¡Sí, mí Capitán! – replicó el Cabo.

Olvidándose por el momento del problema el Comandante del Escuadrón siguió con sus actividades habituales, sin percatarse que Montoya no volvió en toda la mañana del picadero, enclave de “Guías” en los terrenos del “Silva Renard”.

Cuando a mediodía se encontraba la Unidad en la ceremonia de la lectura de la Orden del Día apareció, en la escalinata de las dependencias del Escuadrón, el Cabo Montoya, revolcado, con las polainas sin hebillas, magullado, en resumen, hecho un verdadero desastre.

- ¡Cumplida su orden, mí Capitán! – le dice al Comandante del Escuadrón, cuadrándose militarmente en el centro de la formación.

- ¿Y, cómo fue la cosa? – preguntó sonriente el Capitán Parodi, seguro que el animal había sido por fin amansado y, pensando satisfecho, que ya no volvería a tener problemas con la “chúcara” yegua.

- ¡La maté, mí Capitán! – fue la enérgica, lacónica e inesperada respuesta de Montoya.

Luego vino el papeleo: parte, informe del Veterinario, sumario administrativo, para, finalmente, dar de baja a la pobre y rebelde “Firifila” por causa de un fuerte e irrecuperable cólico, gracias a la clásica “cuchufleta” militar.

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