viernes, 26 de febrero de 2010

MEMORIA PARA RECORDAR


FRAGMENTO DE LA EXPOSICIÓN DEL GENERAL JUAN EMILIO CHEYRE

ANTE CONGRESO DC EN 2007


Ahora deseo, en otro orden de ideas, tratar un viejo enigma. ¿Qué ha hecho que la Democracia Cristiana históricamente se perciba alejada del mundo militar, proyectándose esa imagen al personal que compone estas instituciones? Pese a mis largos años en estos caminos no tengo una respuesta única, pero sí experiencias propias que me permiten evidenciar ciertas constantes que tipifican lo expresado:

- Cuando se produce el Tacnazo, crisis provocada, entre otros aspectos, por la incomprensión del gobierno de la necesidad de equipar y dar solución a problemas económicos del personal de las FF AA, fuimos los militares los que rodeamos el Tacna y mantuvimos la democracia que estaba amenazada. Sin embargo, el partido, sus representantes y los medios de comunicación hicieron aparecer como los salvadores a la juventud que marchó y a los camiones basureros que pasaron ante nuestros ojos.

- Al ser Director de la Academia de Guerra en los años 90, iniciamos cursos para formar a civiles en Seguridad y Defensa, asumiendo que no era tema exclusivo del mundo castrense y manifestando una inédita vocación de apertura. Lo extraño, pese al esfuerzo de una convocatoria directa, fue que salvo uno o dos profesionales pro DC, aislados y por voluntad propia, aprovecharon la instancia. Por el contrario, hubo que limitar el cupo a aquellos provenientes de otras corrientes políticas cuyas solicitudes sobrepasaban las posibilidades.

- El mito del encuentro de El Escorial, siempre presentado como la instancia en que el Ejército le habría levantado un supuesto veto a Ricardo Lagos para aceptarlo como opción presidencial, muestra otra importante ausencia DC. En efecto, lejos de lo anterior, que por lo demás habría sido impropio, se trataba de un diálogo en el extranjero acerca de la transición que vivíamos, al que fueron invitados todos los sectores políticos. Es así como todos concurrieron, con la sola excepción de los cinco invitados de la DC reemplazados a última hora y tras urgentes llamados, por aquel entonces Embajador en EE UU, Patricio Silva.

- Finalmente, en el acto en la Escuela Militar donde el Ejército, el 7 de Diciembre de 2004, selló todo un actuar frente a su responsabilidad en la violación de los DD HH hubo una diferencia en la representación de la DC en relación a los otros sectores políticos. Cuesta encontrar allí los rostros DC entre los asistentes y con dificultad obtuve el entusiasta e interesante aporte de Jorge Burgos que compartió mesa con los más altos representantes de otras colectividades.

Con todos estos ejemplos, busco demostrar un asunto de fondo. La Democracia Cristiana no ha encontrado el camino para interactuar con las FF AA en democracia ni antes y sospecho que tampoco ahora. Esa es una demanda de la sociedad y sin duda de quienes no se han sentido comprendidos por un partido de la importancia en la política nacional como el vuestro. En el fondo, en el actuar demócrata cristiano en estos temas se observa una falta de empatía e interés para tomar posición en asuntos propios de la Seguridad y Defensa. Adicionalmente, se percibe un ya clásico desconocimiento del mundo militar.

Un aspecto adicional y no menor, es aquel vinculado con los DD HH donde personal de las FF AA, y del Ejército en particular que ya están en retiro, viven situaciones que requieren reflexión y un actuar donde un sector como el de ustedes algo tendría que aportar.

Cuando en marzo de 2006 entregué el mando del Ejército, estaba y lo sigo estando, convencido que los militares han hecho todos los actos verdaderos para la unidad nacional y la cohesión social. La contribución a la justicia, es una tarea permanente.

En Calama, el 13 de junio de 2003, entrevistado por la prensa señalé lo que los MM.C.S. titularon: “El ¡nunca más! de Cheyre”. Lejos de ser algo personal me parece que se vincula a un asunto donde toda la sociedad requiere de asumir su compromiso a partir de su propia situación.

La declaración completa fue la siguiente:

“El Ejército está viviendo una gran transformación. Estamos construyendo el Ejército del Siglo XXI. Junto a ello, hemos dado pruebas que nuestro proceso se ha comprometido a nunca más violaciones a los Derechos Humanos.

Sin embargo, el tema es más amplio. Debo decirlo: siento que pese a todo seguimos siendo prisioneros del pasado. Tenemos grandes dolores. Por eso creo que la sociedad, a través de todas sus autoridades – no sólo el Gobierno – tiene la oportunidad de enfrentar el problema en su conjunto.

Me refiero al nunca más una clase política que fue incapaz de controlar la crisis que culminó en septiembre de 1973. Nunca más a los sectores que nos incitaron y avalaron oficialmente nuestro actuar en la crisis que provocaron. Nunca más excesos, crímenes, violencia y terrorismo. Nunca más un sector ausente y espectador pasivo. En fin, nunca más una sociedad chilena dividida. Pido que se asuma globalmente la solución para que ese Ejército no siga como prisionero del pasado y mitigue el dolor que tienen quienes, culpables o inocentes, asumen su responsabilidad ante la ley y la justicia, pero tienen derecho a vivir la vida de hoy en una sociedad reconciliada”.

Creo que la tarea pendiente es de los sectores políticos y sin duda la DC tiene un rol vital en el tema. En esta materia lo trascendente, ha sido hecho. Es aquello que a mi juicio resultó lo más complejo de mi mando: el reconocimiento de la responsabilidad institucional; la dictación de una doctrina que asegurara que no se repetirían esos actos y la educación que provocara una conducta y una conciencia que asumiera el recto actuar de un ejército en democracia; un ejército que había transitado de la excepcionalidad a la normalidad.

Adicionalmente, convinimos que fueran los Tribunales los encargados de administrar Justicia sin embargo son militares los únicos que hoy enfrentan fallos de una justicia que resulta compleja de entender, habida consideración de tantos factores, que trascienden el ámbito judicial y se inscriben en las responsabilidades políticas. Una reflexión: estimo que nunca debemos olvidar que el fin de la justicia es la paz social. Para que ese objetivo realmente se alcance se requiere que los actores, que ya no están involucrados en el drama -del cual casi toda la sociedad logró salir- encuentren una solución que beneficie a un sector que sigue siendo prisionero de un pasado del cual no son los únicos responsables.

Santiago, 12 de Octubre de 2007.

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