lunes, 22 de febrero de 2010

EL TOMO IV

DEL LIBRO DE ANÉCDOTAS Y CHASCARROS MILITARES.


EL TOMO IV.


El oficial, que ostentaba el grado de Capitán allá por el año de 1947, gustaba de impresionar a los jóvenes oficiales que llegaban destinados a la Unidad exhibiendo las cualidades propias de un intelectual profundamente estudioso, las que acompañaba paseando solitario con las manos atrás y la cabeza gacha, como si meditara, actitud que asumía especialmente ante los Subtenientes, ya que los Tenientes no se tragaban el anzuelo.

Para probar su erudición tenía la habilidad de orientar las conversaciones hacia los temas sobre los cuáles previamente se había informado. Así, si se trataba de la recientemente terminada Segunda Guerra Mundial, poco a poco desviaba la atención hacia la campaña en África, por ejemplo, y se explayaba sobre Rommel y Montgomery y la guerra en el desierto, hecho en el que había profundizado.

En una ocasión, en que se conversaba sobre la revolución rusa, condujo el coloquio hacia el breve gobierno de Kerensky, haciendo un acabado análisis en los que aludía con propiedad a numerosos personajes históricos que no dejaba de causar admiración y, también, cierta molestia entre los jóvenes por la ostentación con que lo hacía.

- Creo, mí Capitán – intervino de pronto el Alférez menos antiguo, interrumpiendo un breve paréntesis en la perorata -, que usted está equivocado en su apreciación – concluyó, ante la sorpresa de sus camaradas.

-...

Un silencio inesperado invadió la sala del comedor donde se conversaba ante la osadía del Alférez al objetar lo que afirmaba el versado Capitán.

- ¿Porqué lo dice, Alférez? – preguntó, pasada la sorpresa, el Capitán con displicencia.

- Pues...., porque difiere sustancialmente de lo que dice Fedor Petrionusky en su historia de la revolución rusa – respondió, tranquilamente, y con voz pausada y segura el Alférez.

- Petro....¿cuánto dijo?

- Petroniusky, mí Capitán, el insigne historiador – replicó el joven, y enseguida añadió -. Usted podrá corroborarlo en los capítulos sexto y séptimo del tomo cuarto de su obra, donde se extiende detalladamente al respecto.

- Bueno..., en realidad Petroniusky es un historiador más reciente..... – murmuró el Capitán -. Algo he leído de él ahora que recuerdo.... ¿Tiene usted su historia? – preguntó finalmente, algo confuso por la interrupción que había “torpedeado” su intervención.

- No, mí Capitán, no tengo la obra, pero le puedo decir que es una verdadera lata, salvo el tomo cuarto que es en el que se basan otros historiadores..... Cuando vaya a Santiago búsquelo en la Biblioteca Nacional, pues es una historia muy escasa y no la encontrará en las librerías.

Hasta ahí llegó la conversación y hasta allí, también, la costumbre del Capitán de hacer alarde de sus conocimientos, ya que comprendió que la cosa se le ponía difícil pues le había salido gente al camino. Estaba claro que el Alférez era un joven muy instruido y no valía la pena exponerse a ser desmentido.

No hay constancia de la cara que debe haber puesto el Capitán cuando en la Biblioteca Nacional le respondieron que no existía ningún historiador ruso llamado Fedor Petroniusky.

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